jueves, 21 de abril de 2011

T.S. Eliot - El nombre de los gatos




Nina, street cat


El nombre de los gatos es un asunto delicado,

no es un simple pasatiempo;

ustedes pensarán que estoy loco de remate

cuando afirmo: un gato debe tener TRES NOMBRES DISTINTOS.

Primero, está el nombre que la familia emplea cada día,

como Pedro, Augusto, Alonso o Jaime

como Víctor o Jonás, Jorge o Bill Bailey,

todos razonables nombres cotidianos.

Si suponéis que suenan mejor, existen nombres más fantasiosos,

algunos para los caballeros, otros para las damas,

como Platón, Admeto, Electra, Deméter,

sensatos nombres cotidianos también estos.

Pero yo sostengo que un gato debe tener un nombre exclusivamente de él,

un nombre especial y más digno,

de otro modo, ¿cómo podría mantener erguida su cola,

o alardear de sus bigotes, o alimentar su orgullo?

Nombres de esa clase yo puedo sugerirles muchos

Mankustrap, Quaxo, o Coricopat,

Bombalurina, o bien Jellylorum,

nombres que nunca pertenecen a más de un gato.

Pero además de esos nombres todavía queda otro,

el nombre que jamás lograremos adivinar,

el nombre que ninguna búsqueda humana puede descubrir

pero que EL GATO CONOCE, aunque nunca habrá de confesarlo.

Cuando sorprendan a un gato en intensa meditación,

la causa, les advierto, es siempre la misma:

su mente está entregada a la contemplación

del pensamiento, del pensamiento, del pensamiento de su nombre,

su inefable, efable,

efinefable,

profundo e inescrutable Nombre único.

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